lunes, 27 de octubre de 2014

Luego de la masacre de Iguala... ¡México arde y ya nada será igual!

La matanza y desaparición de estudiantes en Iguala -estado de Guerrero- encendió la mecha que puede hacer explotar un polvorín: una movilización de masas que recorre México y apunta al gobierno de Peña Nieto y el régimen de partidos que sembró el terror -con métodos fascistas- durante años al servicio del saqueo de las multinacionales yankis.

El 26 de septiembre policías municipales y paramilitares interceptaron a estudiantes de la combativa Escuela Normal de Ayotzinapa, quienes iban a escrachar un acto convocado por el alcalde. Seis estudiantes fueron asesinados a balazos y quemados vivos, 17 resultaron heridos y 43 aún permanecen desaparecidos.

Desde entonces las acciones de protesta se extendieron reclamando la aparición con vida y el juicio y castigo: Manifestaciones multitudinarias de familiares, estudiantes, docentes, organizaciones políticas, sociales, campesinas y de derechos humanos pidiendo la renuncia del gobernador Aguirre Rivero -del PRD- y la detención del alcalde Abarca Velásquez, prófugo junto a su esposa y el jefe de policía.

Las demostraciones de indignación, como la quema del Palacio de Gobierno de Guerrero, los cortes de rutas, huelgas de estudiantes y docentes, tomas de edificios públicos, bancos y sucursales de Mac Donalds están paralizando al gobierno del PRI encabezado por Peña Nieto.

Este agente directo del imperialismo es el responsable del “milagro mejicano”, un pacto para concretar -entre otras cuestiones- la privatización de la petrolera estatal Pemex, el despojo de las tierras de los campesinos e indígenas y la liquidación de la educación pública estatal.

La recolonización imperialista

La primera revolución social del siglo XX -conducida por Emiliano Zapata y Pancho Villa- se produjo en México, conquistando derechos políticos y económicos para los campesinos y trabajadores, como la reforma agraria, la jornada de 8 horas, la libertad de culto, la educación pública laica y gratuita, el salario mínimo y la nacionalización de los recursos naturales.

Más de cien años después la situación de las masas es similar a la que padecían antes de 1910 sus antepasados: un país devastado, hundido en la miseria y el desempleo con la riqueza concentrada en manos de burgueses asociados a las bandas criminales para controlar la industria y el transporte de las drogas.

El proceso de recolonización de México, país convertido desde los 80 en paraíso de la mano de obra barata y las maquilas- pegó un salto a partir del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte -NAFTA- en 1994.

La aniquilación de la industria nativa y las conquistas del movimiento obrero y el campesinado, sumado al avance de los agro negocios que arruinó a los pequeños y medianos productores, contribuyó al crecimiento de un inédito ejército de desocupados.

A estas masas empobrecidas no les quedó otra que tratar de cruzar la frontera del norte para escapar de la miseria. Según cifras de 2012 el 64% de la población hispana de los EE.UU. está conformada por 33,7 millones de mexicanos que pasaron a engrosar la fuerza de trabajo explotada del imperio. Más de 4 millones provienen de Guerrero y viven en California.

Una guerra falsa y el narco estado genocida

La denominada “guerra contra el narcotráfico” -iniciada en 2006 por el presidente conservador Felipe Calderón del PAN- que en realidad fue para aplastar la resistencia y profundizar el saqueo, causó un verdadero genocidio con más de 130 mil muertos y una cifra de entre 100 y 200.000 mil desaparecidos.

El terrorismo de estado aplicado por el régimen de partidos burgueses -PRI, PRD y PAN- contra la clase obrera, estudiantes, pueblos originarios y campesinos impuso el imperio del narco estado al servicio de las empresas y bancos yankis, las mismas compañías que lavan dinero de las ventas de drogas en el mercado estadounidense, el principal consumidor de estupefacientes del mundo.

El verdadero “milagro mejicano” lo están protagonizando las masas que ganaron las calles para derrotar el accionar impune de las bandas del ejército, la policía y los paramilitares; un proceso de carácter democrático que si se profundiza alentará la incorporación a la lucha y radicalización e bastos sectores obreros y campesinos.

La bronca del pueblo creció cuando se conoció la existencia de una nueva fosa común -en los últimos años se descubrieron más de 400-, provocando un enorme repudio nacional e internacional que atemoriza a los imperialistas, preocupándolo por la suerte de sus socios, los administradores de la semicolonia.

No es para menos, ya que las llamas de la lucha de clases que están ardiendo en su patio trasero pueden extenderse a su propio suelo, habitado por millones de mexicanos y conmovido por el estallido social y las movilizaciones de apoyo a los negros de Ferguson, la huelga nacional de los trabajadores/as de comidas rápidas, las luchas de los autopartistas, las manifestaciones a favor del pueblo Palestino y cientos de acciones reivindicativas de los hermanos y hermanas de clase de México que enfrentan al mismo enemigo.


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